Wednesday, May 30, 2007

LAS COSAS

Las cosas

Vale cambiarlas de lugar, sin darles mucha importancia. Vale ponerles nombre y jugar con ellas. Decidir sobre ellas, desecharlas o guardarlas, valorarlas, no por lo que son sino por lo que representan. Y sin embargo, ¿qué importa? Seguirán siendo cosas con el transcurrir del tiempo. Y llenarse de cosas, hace pesado el transitar por la vida. Es mejor quedarse con la magia que produjeron una vez y luego mirar en otra dirección, buscando nuevas cosas que nos vuelvan a tentar.


Las gentes

Vale escucharlas y aprender. Vale brindarles lo bonito que tenemos. Vale compartir con ellas lo que aún se pueda compartir. Y después dejarlas volar. Que también ellas nos despacharán para vivir su propio momento. Vale olvidarlas y seguir, o seguir sin olvidar, pero siempre seguir. Lo que no vale es aferrarse y quedarse varado en la mitad, impidiendo el crecimiento de todos. Es mejor tocar y después mirar de lejos, que así el recuerdo será más grato.


Las palabras

Vale ponerles acentos. Escribirlas y decirlas correctamente. Vale conocerlas y entenderlas, para usarlas sabiamente. Vale repetirlas si hace falta. O usarlas para dibujar las ideas, o para describir emociones, aunque siempre se queden cortas. Vale decir con verdad y valentía. Vale pensarlas muy bien antes de decirlas. Que las palabras vuelan, es verdad, pero en algún lado caen.


Marianella Alonzo

17-02-2004

DIÁLOGO DE SORDOS

(cualquier semejanza con la realidad, es puuuuuuura coincidencia)

-Buenos días.

-No. María no está.

-Bien ¿y usted?

-No. José tampoco.

-¿Agua de coco? Si, sería bueno. Hace un calor del infierno.

-Ah, si está enfermo, tómese algo. No debería andar por ahí.

-No, el mío sin anís. Aaahhhh… ¿Qué le parece como están las cosas?

-No, hace tiempo que Rosa no viene. Ya usted sabe como están las cosas.

-¿Lechoza? ¿Se le acabó el coco? Bueno, será. Igual refresca.

-Una cosa es lo que parezca y otra la que es en realidad. No podemos seguir así.

-No, ya le dije que sin anís. Esto es terrible, cada día estamos peor.

-Eso es cierto. Es insoportable el calor. Pero cuando vienen las lluvias, entonces la gente también se queja.

-Ah, no. Si está vieja, no. La lechoza vieja es muy mala.

-Sí, señor. Pico y pala, todo el día. Y no llegan a nada. Pasan los días y el país no camina.

-Yo tampoco tengo gasolina. Hice una cola de diez horas y cuando llegué, se había acabado.

-Usted lo ha dicho: un pecado. Es inconcebible que no se haga nada para superar la crisis que vive el país.

-Que no. Sin anís. A estas horas yo no tomo.

-¿Y usted cree que yo no? Yo también me parto el lomo, como dice usted. Pero todos tienen que poner de su parte.

-El arte no tiene vida en este país.

-¿Con anís?

-No, no he visto a Luis. Pero me han dicho que anda con Alejandro.

-Si, eso es verdad, hay mucho malandro. ¿Cuál le parece a usted que es la salida?

-Tiene razón: esto no es vida. Pero yo creo que podemos llegar a una solución.

-Exacto: la comunicación. Eso es lo más importante. Tenemos que aprender a escuchar.

-Por supuesto que hay que luchar. ¿Sabe que creo yo? Que hay un problema de comunicación, de entendimiento.

-A mi también me da sentimiento, pero es que tenemos que prestar atención, escucharnos, comprendernos.

-¡Claro que es un infierno! Y es por eso mismo, porque la gente no escucha a los demás.

-¡Claro que queremos paz! Todos la queremos. Pero si no afinamos el oído y tratamos de entender al otro, de aceptar sus razones…

-¡Por supuesto que tengo pantalones! Yo soy uno de los que más se preocupa por esta situación y estoy presto a dialogar.

-Aquí nadie se va a ahogar. No sea pesimista. Es cuestión de conversar y escuchar atentamente.

-Sí, había bastante gente. Pero lo más importante, como ya se lo he dicho, es entendernos, conversar como usted y yo ahora.

-Las cinco y diez.

-¿Cómo que no es? Esa es la solución: saber escuchar.

-Bueno, si se va a duchar, lo dejo.

-Más pendejo será usted.