LAS COSAS
Las cosas
Las gentes
Las palabras
Marianella Alonzo
17-02-2004
En literatura no hay nada escrito
Las cosas
Las gentes
Las palabras
Marianella Alonzo
17-02-2004
-No. María no está.
-Bien ¿y usted?
-No. José tampoco.
-¿Agua de coco? Si, sería bueno. Hace un calor del infierno.
-Ah, si está enfermo, tómese algo. No debería andar por ahí.
-No, el mío sin anís. Aaahhhh… ¿Qué le parece como están las cosas?
-No, hace tiempo que Rosa no viene. Ya usted sabe como están las cosas.
-¿Lechoza? ¿Se le acabó el coco? Bueno, será. Igual refresca.
-Una cosa es lo que parezca y otra la que es en realidad. No podemos seguir así.
-No, ya le dije que sin anís. Esto es terrible, cada día estamos peor.
-Eso es cierto. Es insoportable el calor. Pero cuando vienen las lluvias, entonces la gente también se queja.
-Ah, no. Si está vieja, no. La lechoza vieja es muy mala.
-Sí, señor. Pico y pala, todo el día. Y no llegan a nada. Pasan los días y el país no camina.
-Yo tampoco tengo gasolina. Hice una cola de diez horas y cuando llegué, se había acabado.
-Usted lo ha dicho: un pecado. Es inconcebible que no se haga nada para superar la crisis que vive el país.
-Que no. Sin anís. A estas horas yo no tomo.
-¿Y usted cree que yo no? Yo también me parto el lomo, como dice usted. Pero todos tienen que poner de su parte.
-El arte no tiene vida en este país.
-¿Con anís?
-No, no he visto a Luis. Pero me han dicho que anda con Alejandro.
-Si, eso es verdad, hay mucho malandro. ¿Cuál le parece a usted que es la salida?
-Tiene razón: esto no es vida. Pero yo creo que podemos llegar a una solución.
-Exacto: la comunicación. Eso es lo más importante. Tenemos que aprender a escuchar.
-Por supuesto que hay que luchar. ¿Sabe que creo yo? Que hay un problema de comunicación, de entendimiento.
-A mi también me da sentimiento, pero es que tenemos que prestar atención, escucharnos, comprendernos.
-¡Claro que es un infierno! Y es por eso mismo, porque la gente no escucha a los demás.
-¡Claro que queremos paz! Todos la queremos. Pero si no afinamos el oído y tratamos de entender al otro, de aceptar sus razones…
-¡Por supuesto que tengo pantalones! Yo soy uno de los que más se preocupa por esta situación y estoy presto a dialogar.
-Aquí nadie se va a ahogar. No sea pesimista. Es cuestión de conversar y escuchar atentamente.
-Sí, había bastante gente. Pero lo más importante, como ya se lo he dicho, es entendernos, conversar como usted y yo ahora.
-Las cinco y diez.
-¿Cómo que no es? Esa es la solución: saber escuchar.
-Bueno, si se va a duchar, lo dejo.
-Más pendejo será usted.