TRISTÍSIMA
Corría el mes de noviembre y yo no lo podía alcanzar. Una de esas tardes cayó la noche repentinamente y aplastó a unos carros que iban pasando. Afortunadamente, yo ya había huido de ahí, presintiendo la tragedia. Me había refugiado en el bar, el mismo de siempre, el de todas las noches, donde todas las noches me desdoblaba (es incomodísimo andar doblado) y envolvía a los presentes con mi voz sensualísima, ronquísima, producto de una amigdalitis mal curada. Todos me admiran cuando salgo a cantar, embebidos y en bebidas les hago soñar con este cuerpo que desean, que quieren poseer a toda costa. Pero la costa está lejos y no tengo carro. Soy sólo una triste figura de la noche.
Mientras trago el trago que me traguieron, paseo la mirada por el lugar… por el lugar por el que se me cayó un billete de 20 que aún no logro hallar. Allar fuera comienza a llover y comienzo yo a ver que ésta es otra triste noche en la que volveré a ser objeto del deseo, centro de las miradas… pero sólo mientras dure mi canción. Cuando sea el último toque, no habrá quien me toque. Y me sumergiré en la noche nuevamente, como un ser anónimo, antónimo y sinónimo. Cabizbájimo. Tristónimo. Solitariónimo. Y en la calle, tal vez me calle… o me coma un perro caliente. Soy sólo una triste figura de la noche.
Con el correr de las horas (y yo tras ellas), el bar se convierte en un hervidero donde todos somos ollas de presión. Sin pito. Nadie avisa cuando va a estallar. Estoy ansiosa por empezar mi número (el 69). Quiero subir al escenario y, al cautivar a todos estos infelices, sabré una vez más cuán infeliz soy yo. Y arrugaré sus corazones con mi canto melancólico, y ellos chillarán en celo, creyéndome fatal. Mas, fatal es la laringitis que ha empezado a molestarme y que acentúa mi ronquera. Uno de los presentes se presenta y presiento lo que quiere… Un vodka. Acerté. Un intercambio de preguntas y respuestas; sus palabras (y las mías ¿por qué no?) son callejuelas oscuras y serpenteantes que desembocan en el mismo lugar, harto conocido. Pero debo hacer mi número (el 69). Nada puede o nada debe distraerme antes de ese momento, que es mi único momento, cuando soy la única que importa, la que mueve las emociones, la que genera el caos en sus pantalones… Seguiré esperando. Sin que nada me perturbe, ni siquiera el ruido de la lluvia que cae sobre la lámina de zinc que sirve de techo al rancho cercano que tiene goteras que caen sobre el pocillo de peltre resbalando por la montaña de enseres de metal viejo y desvencijado y que en su goteo han creado una sinfonía de sonidos persistentes y molestos que han despertado al vecino que grita furibundo y los bebés ahora chillan con insistencia por culpa de él haciendo que la madre indignada le caiga a insultos irrepetibles y que atrajeron a la policía con sus sirenas… ejem… nada de eso me desconcentra… Soy sólo una triste figura de la noche.
Siento la hora muy cerca. Creo que respira detrás de mí. Me estoy poniendo nerviosa, como si fuera la primera vez. Pero de eso hace mucho. Siento húmeda la sien y todos sus múltiplos, tengo taquicardia, las manos me tiemblan. Ya me van a anunciar, como la atracción de la noche. Todos esperan por mí. Me deslizo por entre los presentes que me empiezan a aclamar y a reclamar los que piso. Miro en sus ojos el fulgor que me anima a encaramarme aquí, a gritarles en la cara lo baratos que son, a sugerirles con mi afectada sensualidad cuán vacíos están, cuán pobres son, qué triste espectáculo dan en la noche. Y entre ellos y yo hay una comunión, innoble, bastarda, impía, hereje, ruin y violenta. Fácilmente transitable si eres parte de esta monstruosidad que es la noche y que se convierte en lo que quieres y no aceptas, en tu sórdida fantasía que no contarás a tus nietos. Y desde el escenario, aseveran tu presencia los silbidos socarrones, las proposiciones a gritos, las groserías, los gestos obscenos… ¿y ése quién es? ¿No eres tú mismo? ¿El que le compró un Power Ranger a Ramoncito? Si se le ve la cabeza… al Power Ranger, quiero decir… asoma su azul y plateada cabeza por el bolsillo de la chaqueta… Pero Ramoncito duerme ya, se lo das mañana… el Power Ranger, vuelvo a decir… Porque hoy, yo te haré descender al sótano de la moralidad, a tropezarte con tu obscura verdad, donde no hay vergüenza, ni Ramoncito, ni Power Ranger que valga… Y serás mi esclavo mientras te canto al oído, y te lamo la oreja, y te muerdo el cachete… Y yo seré tu única ansiedad y el único tesoro que querrás aprisionar… para después marcharte, satisfecho, como quien a medianoche resuelve su hambre con una hamburguesa… Y recaerán sobre mí las culpas y los remordimientos, y seré yo quien vuelva a lamentar mi suerte, mientras Ramoncito recibe su Power Ranger azul y plata… El día va a empezar a levantarse. Y yo apenas a acostarme. ¿No te lo dije ya? Soy sólo una triste figura de la noche.
1996
Mientras trago el trago que me traguieron, paseo la mirada por el lugar… por el lugar por el que se me cayó un billete de 20 que aún no logro hallar. Allar fuera comienza a llover y comienzo yo a ver que ésta es otra triste noche en la que volveré a ser objeto del deseo, centro de las miradas… pero sólo mientras dure mi canción. Cuando sea el último toque, no habrá quien me toque. Y me sumergiré en la noche nuevamente, como un ser anónimo, antónimo y sinónimo. Cabizbájimo. Tristónimo. Solitariónimo. Y en la calle, tal vez me calle… o me coma un perro caliente. Soy sólo una triste figura de la noche.
Con el correr de las horas (y yo tras ellas), el bar se convierte en un hervidero donde todos somos ollas de presión. Sin pito. Nadie avisa cuando va a estallar. Estoy ansiosa por empezar mi número (el 69). Quiero subir al escenario y, al cautivar a todos estos infelices, sabré una vez más cuán infeliz soy yo. Y arrugaré sus corazones con mi canto melancólico, y ellos chillarán en celo, creyéndome fatal. Mas, fatal es la laringitis que ha empezado a molestarme y que acentúa mi ronquera. Uno de los presentes se presenta y presiento lo que quiere… Un vodka. Acerté. Un intercambio de preguntas y respuestas; sus palabras (y las mías ¿por qué no?) son callejuelas oscuras y serpenteantes que desembocan en el mismo lugar, harto conocido. Pero debo hacer mi número (el 69). Nada puede o nada debe distraerme antes de ese momento, que es mi único momento, cuando soy la única que importa, la que mueve las emociones, la que genera el caos en sus pantalones… Seguiré esperando. Sin que nada me perturbe, ni siquiera el ruido de la lluvia que cae sobre la lámina de zinc que sirve de techo al rancho cercano que tiene goteras que caen sobre el pocillo de peltre resbalando por la montaña de enseres de metal viejo y desvencijado y que en su goteo han creado una sinfonía de sonidos persistentes y molestos que han despertado al vecino que grita furibundo y los bebés ahora chillan con insistencia por culpa de él haciendo que la madre indignada le caiga a insultos irrepetibles y que atrajeron a la policía con sus sirenas… ejem… nada de eso me desconcentra… Soy sólo una triste figura de la noche.
Siento la hora muy cerca. Creo que respira detrás de mí. Me estoy poniendo nerviosa, como si fuera la primera vez. Pero de eso hace mucho. Siento húmeda la sien y todos sus múltiplos, tengo taquicardia, las manos me tiemblan. Ya me van a anunciar, como la atracción de la noche. Todos esperan por mí. Me deslizo por entre los presentes que me empiezan a aclamar y a reclamar los que piso. Miro en sus ojos el fulgor que me anima a encaramarme aquí, a gritarles en la cara lo baratos que son, a sugerirles con mi afectada sensualidad cuán vacíos están, cuán pobres son, qué triste espectáculo dan en la noche. Y entre ellos y yo hay una comunión, innoble, bastarda, impía, hereje, ruin y violenta. Fácilmente transitable si eres parte de esta monstruosidad que es la noche y que se convierte en lo que quieres y no aceptas, en tu sórdida fantasía que no contarás a tus nietos. Y desde el escenario, aseveran tu presencia los silbidos socarrones, las proposiciones a gritos, las groserías, los gestos obscenos… ¿y ése quién es? ¿No eres tú mismo? ¿El que le compró un Power Ranger a Ramoncito? Si se le ve la cabeza… al Power Ranger, quiero decir… asoma su azul y plateada cabeza por el bolsillo de la chaqueta… Pero Ramoncito duerme ya, se lo das mañana… el Power Ranger, vuelvo a decir… Porque hoy, yo te haré descender al sótano de la moralidad, a tropezarte con tu obscura verdad, donde no hay vergüenza, ni Ramoncito, ni Power Ranger que valga… Y serás mi esclavo mientras te canto al oído, y te lamo la oreja, y te muerdo el cachete… Y yo seré tu única ansiedad y el único tesoro que querrás aprisionar… para después marcharte, satisfecho, como quien a medianoche resuelve su hambre con una hamburguesa… Y recaerán sobre mí las culpas y los remordimientos, y seré yo quien vuelva a lamentar mi suerte, mientras Ramoncito recibe su Power Ranger azul y plata… El día va a empezar a levantarse. Y yo apenas a acostarme. ¿No te lo dije ya? Soy sólo una triste figura de la noche.
1996

0 Comments:
Post a Comment
<< Home